Es como si la
normalidad fuera la barbarie. En Tamaulipas no hay gobernador desde hace
mucho tiempo (no se habla sólo del periodo de vacuidad que ha tenido a
Egidio Torre como titular), sino un administrador de la burocracia
estatal que se arregla con las vertientes del poder real, el del crimen
organizado, mientras el gobierno federal
sobrelleva la realidad imperiosa. Así es como día con día, más unas temporadas que otras, las ciudades y regiones de esa entidad norteña viven la historia del desamparo y la vulnerabilidad, entre enfrentamientos, masacres y ajustes de cuentas que no sólo se dan entre los bandos del narcotráfico y otras formas de delincuencia, sino que afectan a la población civil entera.
sobrelleva la realidad imperiosa. Así es como día con día, más unas temporadas que otras, las ciudades y regiones de esa entidad norteña viven la historia del desamparo y la vulnerabilidad, entre enfrentamientos, masacres y ajustes de cuentas que no sólo se dan entre los bandos del narcotráfico y otras formas de delincuencia, sino que afectan a la población civil entera.
La narrativa oficial escamotea datos y cifras en busca de que los
medios de comunicación silencien la tragedia que se vive en Tamaulipas
como en buena parte del país. El envío de tropas y policías federales se
ha constituido ya en una caravana insuficiente, que parcha en una zona
lo que se le rompe en otra, además de que en muchos casos los presuntos
salvadores se convierten abiertamente en protectores de determinados
bandos y en partícipes con credencial oficial de los mismos actos
ilícitos que supuestamente deben disminuir o evitar.
El arribo del PRI a la conducción del país no ha significado cambios en la operación del crimen organizado que reporten alivio a los ciudadanos ajenos a esos negocios. Al contrario, y aunque ya no se publiquen tantos casos como en los tiempos funerarios de Felipe Calderón, cada vez es más extendido y salvaje el dominio de los grupos criminales que ya influyeron en la política a todos sus niveles y que ahora están prestos para avanzar en los próximos comicios. No es solamente política e institucional la crisis en sí tan profunda. También es social, entre tantos mexicanos que no ven autoridades respetables, ni gobiernos confiables, ni Estado que otorgue seguridad pública.
Formalmente es Héctor Astudillo Flores el beneficiado por el dedo elector en el PRI para buscar la gubernatura de Guerrero. Así fue anunciado ayer por César Camacho en una ronda más de precandidatos convocados en Insurgentes Norte para hacerles saber la decisión adoptada en Constituyentes. Astudillo ya fue aspirante a la gubernatura, pero perdió en 2005 frente a Zeferino Torreblanca, el peculiar empresario postulado por el sol azteca. También fue senador, presidente municipal de Chilpancingo en dos ocasiones y diputado local en tres, cargo éste que ocupaba hasta el pasado 29, cuando solicitó licencia al Congreso guerrerense para quedar en posición de ser designado candidato a la gubernatura (todo un consumado chapulín, pues no terminó ninguno de los periodos para los que fue electo, pues saltó a otras postulaciones).
A Astudillo le ha ayudado hoy la necesidad de los partidos de no presentar candidatos que polaricen. La candente situación de la entidad impidió un aterrizaje electoral más o menos pacífico de Claudia Ruiz Massieu, la secretaria federal de Turismo, hija de José Francisco Ruiz Massieu y sobrina de Carlos Salinas de Gortari, la cual siempre vislumbró con reservas su eventual postulación a gobernadora. El PRD tampoco lleva a su única carta más o menos presentable, la de Armando Ríos Piter, autodenominado el Jaguar, quien cumplirá 42 años el próximo 21. De manera extraña, favoreciendo en los hechos al PRI y a Los Pinos, el senador perredista se retiró de la contienda, dejando a sus correligionarios con una baraja menor, de cartas muy marcadas y, por si fuera poco, plenas de enconos grupales.
El arribo del PRI a la conducción del país no ha significado cambios en la operación del crimen organizado que reporten alivio a los ciudadanos ajenos a esos negocios. Al contrario, y aunque ya no se publiquen tantos casos como en los tiempos funerarios de Felipe Calderón, cada vez es más extendido y salvaje el dominio de los grupos criminales que ya influyeron en la política a todos sus niveles y que ahora están prestos para avanzar en los próximos comicios. No es solamente política e institucional la crisis en sí tan profunda. También es social, entre tantos mexicanos que no ven autoridades respetables, ni gobiernos confiables, ni Estado que otorgue seguridad pública.
Formalmente es Héctor Astudillo Flores el beneficiado por el dedo elector en el PRI para buscar la gubernatura de Guerrero. Así fue anunciado ayer por César Camacho en una ronda más de precandidatos convocados en Insurgentes Norte para hacerles saber la decisión adoptada en Constituyentes. Astudillo ya fue aspirante a la gubernatura, pero perdió en 2005 frente a Zeferino Torreblanca, el peculiar empresario postulado por el sol azteca. También fue senador, presidente municipal de Chilpancingo en dos ocasiones y diputado local en tres, cargo éste que ocupaba hasta el pasado 29, cuando solicitó licencia al Congreso guerrerense para quedar en posición de ser designado candidato a la gubernatura (todo un consumado chapulín, pues no terminó ninguno de los periodos para los que fue electo, pues saltó a otras postulaciones).
A Astudillo le ha ayudado hoy la necesidad de los partidos de no presentar candidatos que polaricen. La candente situación de la entidad impidió un aterrizaje electoral más o menos pacífico de Claudia Ruiz Massieu, la secretaria federal de Turismo, hija de José Francisco Ruiz Massieu y sobrina de Carlos Salinas de Gortari, la cual siempre vislumbró con reservas su eventual postulación a gobernadora. El PRD tampoco lleva a su única carta más o menos presentable, la de Armando Ríos Piter, autodenominado el Jaguar, quien cumplirá 42 años el próximo 21. De manera extraña, favoreciendo en los hechos al PRI y a Los Pinos, el senador perredista se retiró de la contienda, dejando a sus correligionarios con una baraja menor, de cartas muy marcadas y, por si fuera poco, plenas de enconos grupales.
El partido Morena logró remontar su indudable
corresponsabilidad en el caso Abarca, haciendo a un lado a Lázaro Mazón,
el amigo, promotor y aliado del ex presidente municipal ahora en
prisión. En su lugar ha presentado a un joven intachable, Pablo Amílcar
Sandoval Ballesteros, un economista cuya historia tanto familiar (nieto
de don Pablo Sandoval Cruz, hijo de Pablo Sandoval Ramírez e Irma
Ballesteros Corona) como personal ha sido de nítida lucha política desde
la izquierda, pero a quien las circunstancias partidistas y estatales
no le ofrecen la mejor expectativa de triunfo.
Entre las circunstancias que afectan al conjunto de partidos y
candidatos está la creciente oposición de un segmento radicalizado de
los guerrerenses a la realización de comicios, lo que se ha traducido en
una activa campaña de desarticulación del proceso electoral. Pero no
sólo eso. La política guerrerense ha sido cuidadosamente descompuesta
por supuestos estrategas nacionales, que han tratado de aprovechar el
caso Iguala para
recuperarpara el PRI la gubernatura (aunque con Ángel Aguirre los intereses del PRI y del peñismo estaban tan bien servidos como si en lugar del sol azteca se tuviera en palacio de gobierno el emblema de los tres colores).
En ese esquema de maquiavelismos generados en la capital del país
todo es precario, prescindible y, por tanto, sustituible. Si la
oposición a las elecciones lleva a escenarios de rupturas
institucionales o si la inconformidad social se expresa mediante
violencia política organizada, los manejadores de los hilos perversos
podrán hacer arreglos de última hora. Por ello está a nombre del PRI un
candidato dócil, perdedor y remplazable, Héctor Astudillo. Por ello le
ordenaron al Jaguar devenido en minino, Ríos Piter, que se
hiciera a un lado y dejara en paños menores al PRD guerrerense. Y el
negocio de Dante Delgado, el Movimiento Ciudadano, antes Convergencia,
sostiene una candidatura de presuntos guiños unitarios, la de Luis
Walton, el presidente municipal con licencia de Acapulco.
Y, mientras Ramiro Hernández, presidente municipal de Guadalajara,
consideró como una canina señal de confianza el que un asistente en
cuatro patas a un acto público orinara en el pedestal del micrófono
oratorio, ¡hasta mañana, con Forbes México dando a conocer una
discutible lista de los periodistas más influyentes en Twitter en 2015 (http://bit.ly/1zfpz2G), con un tecleador astilloso colándose en un tercer lugar!