México SA-Carlos Fernández-Vega
Días antes de concluir el ominoso sexenio calderonista el Congreso aprobó modernizar” la Ley Federal del Trabajo, y fue tal el júbilo de sus promotores –con el tal Jelipe a la cabeza– que la saliente secretaria del Trabajo, Rosalinda Vélez, se aventuró a mostrar en público sus no muy refinadas dotes de pitonisa. Tras consultar su bola de cristal, la funcionaria estimó: “la reforma laboral aportará un crecimiento (adicional) del PIB de entre 1.5 y 2 puntos porcentuales, con lo que se generarán fuentes de empleo, considerando que cada punto del PIB representa 200 mil empleos formales”.
Por aquellos no lejanos ayeres (noviembre de 2012), otro clarividente panista, Francisco Salazar Sáenz (hoy diputado, y secretario foxista del Trabajo, a quien tocó encubrir, sin resultados, el crimen industrial de Grupo México en Pasta de Conchos), vaticinaba que la aprobación de la “reforma” laboral permitiría a México “avanzar 40 lugares en productividad laboral, amén de lograr mayor flexibilidad para sindicatos y empresas”. Los resultados de tal “reforma”, insistía a su vez la ex secretaria Vélez, “se podrán ver de inmediato, se van a poder apreciar los grandes beneficios que tiene ese nuevo marco legislativo.
Pues bien, transcurridos 13 meses y pico de la aprobación en el Congreso y del ejercicio adivinador de dos ex secretarios del Trabajo, la supuesta aportación (“entre 1.5 y 2 puntos porcentuales”) al PIB y a la generación de empleo formal (de 300 a 400 mil plazas) ostentosamente brillan por su ausencia. Vamos, en ese periodo milagrosamente se contabilizaron 230 mil nuevas fuentes de trabajo, al tiempo que el producto interno bruto, si bien va, habrá crecido poco más de uno por ciento, mientras la productividad laboral se mantuvo en la lona, al igual que los salarios.
Desde luego que el par citado no fue el único que exhibió sus miserias adivinatorias. Otros que promovieron, aprobaron, celebraron la “modernización” laboral en el país y prometieron el oro y el moro (de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto al último de los legisladores que votó a favor) tuvieron que guardar en rincón medio del cuerpo su bola de cristal, y a estas alturas guardan sepulcral silencio en torno al desastroso balance que reporta tal “reforma”.
Pero tampoco hay que ser tan rudos, porque en lo que sí atinó la ex secretaria Vélez fue en aquello de que los resultados “se podrán ver de inmediato”, o lo que es lo mismo, a la velocidad del sonido se confirmó que los “modernizadores” cambios impulsados por Calderón, avalados por Peña Nieto y aprobados por el Legislativo, no tuvieron mayor finalidad que la de incrementar el grado de explotación de la mano de obra mexicana.
Es común que antes de aprobarse una u otra “reforma modernizadora” sus promotores la vendan como la octava maravilla del mundo, que de la noche a la mañana arreglaran el desbarajuste mexicano y en un dos por tres levantaran el tiradero dejado tras tres tristes décadas neoliberales. Sin embargo, ya aprobada, el discurso se modera y la perspectiva se modifica: hay que darle tiempo, tiene que madurar, las condiciones no lo han permitido, etcétera, etcétera. Pero el hecho es que, como en tantos renglones, la realidad laboral del país es devastadora y, con todo y su “modernización”, no tiene visos de solución.
Y este último punto parece ser compartido por la Organización Internacional del Trabajo, la OIT, quien destaca la creciente productividad laboral mexicana, pero en materia de informalidad, lo mismo que en el renglón de la desocupación abierta, el cual, como subraya el organismo especializado de la ONU, llegó para quedarse, al igual que la precariedad laboral.
Ayer mismo la OIT divulgó su informe Tendencias mundiales del empleo 2014: ¿Hacia una recuperación sin creación de empleos?, y en él advierte que para el caso mexicano la tasa oficial de desocupación abierta se mantendrá prácticamente intocada cuando menos hasta 2016 (hasta ese año llega su pronóstico), es decir, cuando ya todas las “reformas” peñanietistas estén en pleno funcionamiento, sin olvidar que para ese entonces la “modernización” laboral cumplirá su cuarto año de vigencia.
El organismo detalla que al cierre de 2007 –año previo al “catarrito”– la tasa oficial de desempleo abierto fue de 3.4 por ciento. Después vino el terremoto económico, la política anticíclica (Calderón dixit); la “recuperación” (ídem) y el “despegue” (ibídem), aunque dicha tasa creció y creció. A Los Pinos arribó el “nuevo” gobierno, y tal indicador se mantienen en elevados parámetros. Con el costal de “reformas” aprobadas, la desocupación abierta no registrará mayor alteración y, de acuerdo con la OIT, de 2014 a 2016 fluctuará –si en realidad el término es aplicable– entre 4.7 y 4.9 por ciento de la población económicamente activa.
Otro dato terrorífico que aporta la OIT es el siguiente: México ocupa la cuarta posición internacional en lo que a desempleo juvenil se refiere (15 a 29 años de edad). Alrededor de una cuarta parte de la población juvenil está desempleada. Turquía, Macedonia e Israel superan a nuestro país en el punto descrito, pero desde 2007 a la fecha los tres redujeron paulatina, pero sostenidamente, ese indicador, mientras aquí no deja de crecer, lo que lo mantiene por arriba de naciones como España, donde también se ha incrementado en medio de una crisis pantagruélica.
En fin. Con Peña Nieto, ¿cuáles fueron las principales promesas de gobierno, pactistas y legisladores para justificar la aprobación del cúmulo de “reformas modernizadoras”? Las mismas que, a diestra y siniestra y con cada “reforma” promovida, lanzaron sus cinco antecesores en Los Pinos (de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón), es decir, crecimiento económico, empleo formal, salario remunerador, oportunidades para todos, bienestar a manos llenas, redistribución del ingreso y las llaves del paraíso (por cierto, recuerdo una cantina con ese nombre; tal vez esa era la oferta real). Entonces, ¿quieren que se los cuente otra vez?
Las rebanadas del pastel
La tecnocracia instalada desde hace 30 años en Los Pinos jura que el desbarajuste nacional e internacional no es producto del modelo neoliberal, sino de la ausencia de “reformas estructurales”. Pues bien, tres décadas y un millón de “reformas” después, México y el planeta son una feria de pobreza y desigualdad, y lo único concreto que han logrado es lo que resume la ONG Oxfam, es decir, que “las 85 personas más ricas del mundo tienen una fortuna equivalente a todas las posesiones de la mitad de la población más pobre del planeta, unas 3 mil 500 millones de personas”. Pero el modelito “no es”.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada