Enero 2014 | Julio Itzayán Anaya López | La Jornada del Campo
“En el campo se dan flores de tzompantle, se dan las vainas de huaje, se dan ahorita ciruelas, huamúchiles, ¿Qué va haber cuando ya esté la empresa? Ya no va haber nada, reflexionaba un ama de casa de Huexca, Morelos. Desde mediados y más claramente a finales del año 2011, un grupo de habitantes de la región oriente de Morelos escucharon rumores sobre la instalación de un gasoducto en los municipios de Temoac y Jantetelco.
Ante tal inquietud, los habitantes investigaron de qué se trataba el denominado Proyecto Integral Morelos, con el que se pretendía construir un gasoducto, un acueducto y dos centrales termoeléctricas. A inicios del 2012 comenzaron los trabajos de construcción en Huexca, lo cual ocurrió -como es costumbre- sin previo aviso. Existían varias versiones: “va a ser una planta de tratamiento de aguas negras”, o bien “unidades habitacionales”, sin embargo en abril de aquel año se enteraron (gracias a la información compartida por compañeros de la región y de diversos colectivos) de lo que se construía: dos centrales termoeléctricas.
Habitantes de Huexca tomaron la decisión de detener los trabajos de construcción mediante un plantón a las afueras de la localidad. Durante el mismo (que duró alrededor de cinco meses) fue sumamente importante la (re)valorización del patrimonio biocultural como uno de los principales argumentos para oponerse a las obras, ya que, como expresaban los habitantes, “el problema de la termoeléctrica es que va a contaminar el agua, el aire y la tierra (…) el ganado se va a fregar con las contaminaciones, la gente igual”, por lo que varios de ellos, hombres, mujeres y personas mayores de la comunidad afirmaban: “si nos vienen a poner una termoeléctrica acá pues prácticamente nos vienen a destruir .
Dichas opiniones se basan también en Manifestaciones de Impacto Ambiental, las cuales muestran que las sustancias químicas añadidas al agua empleada para enfriar las turbinas de termoeléctricas .provocarían un impacto térmico sobre la flora y fauna de la región, es decir, generaría un cambio en el micro-clima que provocaría la eliminación de algunas especies y la expulsión de su hábitat de otras cuantasp. En la zona se encuentran la tortuga casquito y la iguana negra, ambas especies endémicas.
Para dimensionar el daño ecológico a la región (una de las más productivas del estado de Morelos), en caso de que la obra entre en operación, se pronostica el uso de alrededor de 50 millones de litros de agua al día y la expulsión de diversos gases que pueden llegar a provocar lluvia ácida y efecto invernadero a varios kilómetros a la redonda, sin considerar que algunas casas de Huexca se encuentran a menos de 500 metros del sitio de construcción.
Además del daño ambiental, los pobladores están conscientes de las implicaciones que tendría el megaproyecto en su forma de vida, ante el anuncio por parte de las autoridades de Aindustrializar la regióni, situación que lleva a expresar preocupación de algunas madres de familia: “se supone que en las industrias va a trabajar gente preparada y pues nosotros en primera para prepararnos, y para preparar a nuestros nietos, pues va a estar muy difícil,. El anuncio de empleos para la región es cuestionado por los pobladores, quienes aseguran: .ese es trabajo para ellos, a nosotros no nos van a ocupar para nada, nosotros les estorbamos pues más bien dicho”.
La respuesta de las autoridades se ha centrado en deslegitimar al movimiento y recurrir a descalificaciones; su mejor argumento ha sido acusar a los compañeros de “oponerse al progreso”. Han reprimido mediante el uso de la fuerza pública en un par de ocasiones y han amedrentado a la gente durante meses, además de que detuvieron arbitrariamente a un compañero del movimiento e interpusieron demandas contra otros varios.
Hasta la fecha, la construcción del megaproyecto continúa avanzando y, a pesar de que el movimiento ha tenido altibajos, las voces de los compañeros afirman: H¡No vamos a renunciar a nuestra agua, nuestro medio ambiente, nuestra tierra! (…) este gasoducto y la termoeléctrica son un sinónimo de despojo y destrucción, ¡de ecocidio!”. Lo anterior muestra la convicción que poseen los integrantes de este movimiento, lo cual nos hace ver que la dignidad de los pueblos no está en venta, la defensa del patrimonio biocultural continúa y sobre todo que en este, como en muchos otros lugares, “¡la lucha sigue!”
Puebla: Biología y cultura en el ordenamiento ecológico territorial de Cuetzalan
Aldegundo González Álvarez / Cooperativa Tosepan Titataniske
Fragmentos de la cosmovisión que muestran la relación con el entorno y la conformación de los cafetales biodiversos son dos elementos que sirven para explicar la configuración de la biodiversidad en Cuetzalan:
Asamblea Anual del Comité de Ordenamiento Territorial Integral de Cuetzalan (COTIC), donde las comunidades indígenas se pronunciaron en contra de los proyectos mineros e hídricos en la sierra norte de Puebla FOTO: Arturo Alfaro Galán |
Los elementos principales que conforman nuestro mundo están constituidos por el aire, el fuego, el agua y la tierra. El aire es una dualidad: por un lado, elemento esencial para la vida, pero por otro, puede adoptar en ciertas ocasiones cargas negativas que amenazan a nuestro ser maseual. El fuego simboliza la vida en los hogares, representa el corazón de la casa (kalyolot). El agua es fuente principal para la conformación de nuestros pueblos, nuestra toponimia da cuenta de ello. Y la tierra, como espacio físico y espiritual, es una extensión del talokan, integrada de manera ordenada y armónica.
De esta manera, por medio de la oralidad se nos transmiten desde la infancia aquellos aspectos que, basados en la cosmovisión maseual, contribuyen a la conservación del medio ambiente y regulan nuestra acción sobre el entorno natural. Aprendemos a pedir “totaltikpaknantsin, xinechtapojpolui nimitskuiliti moayatsin, taniktaliti in notatok, nimitstatautia maj kualtsin mopojposonti, maj kualtsin motakilti (…)”, esto es, “madrecita tierra, disculpa que te quite tu cobija, voy a colocar unas semillas, te pido que florezcan abundantemente, que den buena cosecha (…)”.
Prácticas como ésta –que es una petición a la madre tierra antes del deshierbe para la preparación de la siembra o para limpiar una parcela- son compartidas con otros pueblos originarios en el mundo y reflejan una correlación global entre la diversidad de lenguas “endémicas” y la megadiversidad biológica en el mundo (Boege 2008).
II.- La conformación de los cafetales biodiversos. La región de Cuetzalan cuenta con una tradición de agricultura indígena muy diversa; en el siglo XIX se registraban hasta 58 cultivos locales. De acuerdo con los estudios realizados por Becauge (1998), desde la introducción del café en la región en 1860, éste fue dominado en la mayoría de su cadena productiva por los mestizos por lo menos durante un siglo. Paulatinamente, nuestra población maseual adoptó el café para insertarlo a las parcelas en donde convivió con otros cultivos locales. Al hacerlo, se reprodujeron prácticas tradicionales y el grano se integró a los terrenos, donde el manejo agroforestal se brinda de manera casi artesanal, lo que ha promovido que cada una de las plantas consideradas útiles tenga un espacio y una función en la parcela, conformando el cafetal biodiverso (koujtakiloyan), en el cual, de acuerdo con Toledo (2009), pueden encontrarse hasta 150 especies de plantas diferentes por hectárea en distintos estratos.
Por su parte, Beucage y el Taller de Tradición Oral del Centro de Estudios y Promoción Educativa para el Campo, TTO-CEPEC (2012) documentan 180 plantas asociadas a los cafetales, que han sido clasificadas en nueve categorías botánicas conforme a la taxonomía, maseual y pertenecientes a 92 especies y 87 familias de acuerdo con la clasificación occidental. Estos datos pueden proporcionarnos una idea sobre la riqueza natural y biológica de la región.
III. La construcción del ordenamiento ecológico territorial. La compleja y rica naturaleza de Cuetzalan se ha visto amenazada en las décadas recientes por megaproyectos privados y gubernamentales en pro del discurso de “desarrollo”. La puesta en marcha de estos proyectos –indiferentes a las características y necesidades de nuestros pueblos- ha ocasionado un acelerado deterioro ambiental en nuestro territorio. Muestra de ello y origen de la constitución del movimiento del ordenamiento fue la iniciativa de un proyecto turístico en la parte alta de Cuetzalan por una funcionaria de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) en el 2008; ella había montado un entramado de negocios personales en poblaciones indígenas. Tras tener conocimiento del proyecto y de lo que significaría para las comunidades que se abastecian del agua de esta región, el pueblo emprendió una serie de acciones de oposición, lo que provocó la destitución de la funcionaria y la apertura de un proceso legal en su contra.
Quienes formaron parte de esta primera lucha consideraron que haber impedido un atentado contra el medio ambiente no era suficiente, sino que era necesario llevar poner en marcha medidas para regular el uso del suelo a fin de evitar intentos semejantes en el futuro.
Fue así como el 30 de mayo de 2009 se realizó la primera reunión que sentaría las bases para la construcción del programa de Ordenamiento Ecológico Territorial del municipio. En este acto jugaron un papel importante diversas organizaciones sociales, que impulsaron el proyecto ante el ayuntamiento en turno. Ambas partes acordaron que el estudio fuera realizado por el Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales, perteneciente a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Tras un largo proceso que consistió en la vinculación de diferentes sectores en talleres y encuentros comunitarios en todo el munucipio, la sabiduría comunitaria y el conocimiento científico se complementaron para sentar que las bases para la gestión del territorio no se reducen a una superficie geográfica, sino que implican la integración del espacio y la cultura.
El ordenamiento ecológico territorial nos proporciona lineamientos de regulación y uso obligatorios para orientar las acciones de preservación y restauración del equilibrio ecológico, el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales y la protección al ambiente con carácter de instrumentos de política ambiental. En un tiempo en donde escuchamos cada vez menos a nuestros abuelos, y la manera de organizarnos y nuestra visión del mundo se modifican, el ordenamiento territorial constituye la posibilidad de salvaguardar nuestro territorio y cuidar a quien nos da el sustento y sostiene nuestro andar… totaltikpaknatsin.
El movimiento socioambiental en Morelos y la defensa del patrimonio biocultural
Nicholas Matthew Risdell / Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)
Tierra de Zapata, pero también de albercas, segundas casas, unidades habitacionales y Oxxos. Morelos, desde siglos atrás ha sido territorio de rápidas transformaciones y conflictos sociales relacionados con éstas. Desde que los españoles realizaron su temprana ocupación de los territorios tlahuicas e introdujeron la siembra de la caña de azúcar en la región, los pueblos iniciaron un proceso de resistencia que sigue hasta el día de hoy. Los hacendados se apropiaron de tierras, aguas y montes de los pueblos indígenas para la producción de la caña.
Numerosos documentos históricos permiten reconstruir este conflicto socioambiental de larga duración que perduró hasta la aparición del movimiento zapatista. Conflicto donde se enfrentaban dos modos de vida y de apropiación del espacio: uno basado en la producción de un monocultivo ofrecido a la venta en el mercado, el otro en la reproducción física y cultural de los pueblos. El reparto de tierras después de la Revolución representó una tregua en este enfrentamiento. En décadas recientes ha resurgido, con nuevos procesos y nuevos actores sociales, pero manteniéndose la confrontación de los procesos de acumulación de capital y los esfuerzos de la sociedad para controlar los usos del espacio y de los recursos naturales. Un aspecto novedoso es que las luchas actuales en Morelos reproducen el discurso ambientalista, conformando un tipo de ecologismo de los pobres o movimiento por la justicia ambiental en los 20 años recientes.
FOTOS: Nicholas Risdell |
Las luchas socioambientales han ocurrido en el campo y en la ciudad, y cada vez más, en los espacios “rurbanos” que caracterizan una gran parte del estado. Luchas emblemáticas como la de Tepoztlán contra el campo de golf o contra la destrucción de Casino de la Selva en Cuernavaca permiten afirmar que los protagonistas del movimiento socioambiental son heterogéneos. Si bien en la lucha se enfatiza que son “pueblos” luchando contra del capital y el gobierno, estos pueblos no pueden ser pensados como entes estables y homogéneos. Junto a los campesinos encontramos amas de casa, estudiantes, profesionales, niños y personas mayores. Si bien muchos activistas son de origen popular, también se alían con grupos de la clase media.
Episodios recientes en este gran conflicto socioambiental demuestran esta nueva diversidad de participantes, como el “Movimiento de los 13 pueblos”, surgido a raíz de la masiva construcción de viviendas y cuyo eje de lucha fue la defensa de los manantiales del agua que se veían amenazados. Con la consigna de “Agua sí, casas no” se llamaba no sólo a la defensa del agua sino de los pueblos mismos y a crear alternativas construidas desde la comunidad. Por su parte, el Consejo de Pueblos de Morelos intentó articular las distintas luchas, crear fuerza a partir de la unidad y extender el debate acerca de la devastación socioambiental en la región.
Otro conflicto de amplia participación fue el surgido en torno a la construcción del relleno sanitario en Loma de Mejía. El movimiento ciudadano luchó utilizando distintos lenguajes de resistencia y de propuestas frente al riesgo de contaminación que representaba el relleno sanitario.
Actualmente el pueblo de Huexca se ha movilizado contra la decisión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de construir una planta termoeléctrica en su pueblo. Tanto la población de Huesca como quienes la apoyan han utilizado una multiplicidad de estrategias para resistir, pues saben que de llevarse a cabo la construcción se trastocará profundamente la vida en su región y representa un riesgo a la vida misma. Finalmente vemos cómo Tepoztlán una vez más se organiza contra la ampliación de la carretera Cuautla-Cuernavaca que pone en riesgo el patrimonio biocultural a favor de los automóviles. El Morelos actual es presa de los graves procesos de deterioro y destrucción socioambiental pero afortunadamente también resiste y construye alternativas como lo ha hecho desde hace siglos.
Fuente: La Jornada del Campo
Fuente: La Jornada del Campo