John Saxe-Fernández | Opinión-La Jornada
Sentados en su macho los encargados de finiquitar la nacionalización petroeléctrica no argumentan. Con su aplanadora legislativa repitieron la narrativa del libre mercado” combinada con una “revolución shale” sin sustento geológico o financiero, mientras mutilaban la Constitución para “legalizar” la privatización de las actividades sustantivas del sector, llevando a Pemex y la CFE a “un punto de venta”, es decir a ser “fagocitadas” por ExxonMobil, BP, Sempra, Shell, Iberdrola, et al, eso sí con la coparticipación en el festín privatizador de ex altos funcionarios que operan no en calidad de mercenarios sino de “nuevos agentes financieros” (NAF).
Estos realizan su “gestión” según los cánones de la condicionalidad del “ajuste estructural” aprobada por el Departamento del Tesoro e infligida a México por el FMI-BM-BID que actúa, junto a sus country managers, como cabildo al servicio de firmas de EU y de agraciados de acá –y de España–, beneficiarios del regime change de diciembre.
Estos realizan su “gestión” según los cánones de la condicionalidad del “ajuste estructural” aprobada por el Departamento del Tesoro e infligida a México por el FMI-BM-BID que actúa, junto a sus country managers, como cabildo al servicio de firmas de EU y de agraciados de acá –y de España–, beneficiarios del regime change de diciembre.
Como además se dio a conocer que el “apoyo de inteligencia de EU a México es el más grande fuera de Afganistán”, todo indica que se trata de “respaldos” de la CIA y la NSA a las petroleras que complementan los NAF como “jugadores clave” para consumar los negociazos que alientan “la compra-venta de México”. Lo que menos necesitan petroleras y NAFs es la regulación y la transparencia en EU o en México. La regresión energética se impuso fast track, según intereses y tiempos ajenos, entregando a firmas energéticas de fuera los fundamentos y mecanismos que todavía manteníamos para garantizar nuestra “seguridad energética”, en un contexto complejo y riesgoso de competencia y conflicto internacional por el control y usufructo de los menguantes hidrocarburos convencionales que quedan sobre la corteza terrestre.
Con los grandes yacimientos de combustibles fósiles fuera de la OPEP en avanzado estado de agotamiento, cuando el dato duro derivado de los registros diarios de producción de más de 60 mil pozos de gas y petróleo de lutitas o shale en EU (y no de nociones vagas de “recursos prospectivos”) indica que la explotación de los “no convencionales” es de corto plazo (cinco años según los registros) con tasas de declive abruptas, es serio e inminente el predicamento del mundo, en especial de EU, el mayor consumidor per cápita de combustibles fósiles. Como la explotación de gas y petróleo “no convencionales” se reflejó un reducciones de las importaciones de hidrocarburos de EU por aumentos en la producción de gas en lutitas y del petróleo no-convencional, que llegó a 20 por ciento de la producción total, revirtiendo años de descenso, se difundió, bajo impulso de las grandes petroleras, una presunta “revolución energética” a punto de mutar a EU en una “nueva Arabia Saudita”, exageración que se usó para lanzar el “plan transformador” de Peña.
Sin embargo geólogos y ex petroleros, entre ellos John Hofmeister, ex jefe de la División de Operaciones de Shell en EU y Richard G. Miller, geólogo a cargo de análisis prospectivos para BP, han develado los tejemanejes de la narrativa shale. Hofmeister advirtió que por el alto y costoso ritmo de perforación requerido para la extracción de gas y petróleo shale, sólo para mantener los mismos niveles de producción, este tipo de explotación “está más allá de la capacidad de la industria tal y como la conocemos. Para aquéllos que pregonan que la panacea del petróleo shale nos ofrecerá una salida, les digo: no, no lo hará”. (The Wall Street Journal 7/9/13). Como los datos de producción diaria mencionados indican que las reservas de gas y petróleo shale han sido sobrestimadas en un mínimo de ciento por ciento y tanto como entre 400 y 500 por ciento, cobra mayor relevancia su advertencia de que: “...a menos que ocurra un cambio serio en los próximos cinco años...estaremos presenciando colas en las gasolineras porque no habrá suficiente petróleo”.
Miller, por su parte, acaba de ofrecer desde el Philosophical Transactions of the Royal Society (Londres) un estudio realizado con Steven R. Sorrell sobre el futuro del suministro petrolero mundial en el que se plantea, entre otros asuntos relevantes, que con el fin del petróleo barato aumenta el riesgo de una “recesión continua” y de más “conflicto y hambre”: si bien “la ‘revolución’ del petróleo (no-convencional) ofrece alivio de corto plazo, es poco probable que modifique la situación en plazos mayores”. El cuadro que ofrece este valioso estudio, realizado con fuentes de primer orden, es preocupante a nivel mundial y en especial para México, en vías de sufrir un despojo mayor de la renta petrolera y una gravísima merma en “la capacidad de autoejecución” de Pemex, que, como bien advierte Javier Jiménez Gutiérrez, del despacho Curtis, Maller-Prevost, Colt & Mosle, es “la única forma que tiene un Estado petrolero de salir bien librado en sus tratos con las petroleras privadas” (La Zurda, No. 18, 2014, 26-32).