La reforma política aprobada en el Congreso y que permite la reelección de legisladores hasta por doce años prepara el camino para que la actual clase política se perpetúe en el poder, de tal forma que arrinconados en el desván de la historia quedan los postulados que alentaron la defensa de la democracia a principios del pasado siglo. Cuando Francisco I. Madero inició su lucha revolucionaria, dejó plasmada en el Plan de San Luis la frase: "Nunca más gobiernos perpetuos y ciudadanos oprimidos, mexicanos, depongamos al dictador, sufragio efectivo, no reelección".
Ahora, un grupo de privilegiados neoliberales buscan instaurar una dictadura representativa que pretende desechar la opinión del pueblo al tomar decisiones que le son contrarias a sus intereses; en síntesis: no desea tener impedimentos para acabar de destrozar el país en áreas estratégicas como el petróleo y la electricidad.
Incluso, en el caso de partidos como el PRI, han terminado por aniquilar sus propios principios ideológicos que, en su momento, permitieron a su abuelo, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), darle estabilidad política al país.
Recordemos a los ahora pro reeleccionistas del tricolor que votaron a favor de la reforma política, lo registrado en la Convención Extraordinaria del PNR del 30 y 31 de octubre de 1932, en Aguascalientes, cuando sus miembros definían los alcances exactos del principio revolucionario de la no reelección.
En esos años el PNR decidió incorporar en su declaración de principios la esencia revolucionaria de la no reelección que alentó el movimiento armado de 1910 en contra de los 30 años de dictadura porfirista, cuando se reelegían desde el presidente hasta los gobernadores y, claro está, los legisladores.
Ahora, buscando repartirse el botín, contemplan la integración de gobiernos de coalición a través de los cuales consolidar el Pacto por México o, en palabras más ecuánimes, el Pacto contra México. Los intereses de unos cuantos entrelazados más allá de las siglas partidistas.
Piensan que teniendo a su favor a los medios de comunicación masiva, como la televisión, podrán engañar y manipular eternamente al pueblo. Pero en el pecado pueden llevar la penitencia porque sus contrarreformas, tarde que temprano, conducirán a la miseria a más millones de mexicanos. Y el descontento generalizado, como sucedió hace un siglo, no lo podrán parar ni con todas sus artimañas ni mayoriteos legislativos.
Ya dieron el primer paso y no deberá extrañarnos que muy pronto modifiquen el artículo 83 constitucional para que, como en los tiempos de don Porfirio, acaben por reelegirse el presidente y los gobernadores. Ésa, la auténtica esencia de la reforma política. Del "sufragio efectivo, no reelección" no quedará ni el recuerdo.