18 diciembre 2013 | José Gil Olmos | Proceso
MÉXICO, D.F., (apro).- Desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el PRI y el PAN comenzaron a tejer una red de alianzas de largo plazo que, con Enrique Peña Nieto, se consolidaron. Se trata de un largo proceso de reformas políticas, económicas y sociales con las que se da fin del Estado con responsabilidad social para dar paso al Estado regulador del mercado. Es decir, al pleno gobierno del neoliberalismo con las empresas como las principales motoras y benefactoras de la vida del país.
A pesar de que el neoliberalismo empieza a dar señales desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) es con Salinas de Gortari que esta corriente capitalista comienza a tener forma de gobierno, y para ello hace una alianza con el PAN que en aquel entonces estaba representado principalmente por Diego Fernández de Cevallos.
Fueron panistas y priistas los que impulsaron la privatización de la banca y las reformas al artículo 27 constitucional en materia agraria para hacer del ejido propiedad privada con posibilidad de venta. Fueron ellos los que elaboraron la reforma educativa depauperando el modelo de una educación científica, crítica y popular para transformarla en un negocio de escuelas privadas, sobre todo en el nivel superior.
Son ellos mismos los que ahora elaboraron, impulsaron y aprobaron en el Congreso de la Unión y en los congresos locales la reforma energética con la que se privatiza la generación del gas y petróleo, que antes era una facultad exclusiva del estado mexicano.
Durante los últimos 12 años los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón quisieron realizar esta reforma constitucional, pero no contaban con la mayoría en el Congreso legislativo ni con los operadores políticos para hacerlo. Lo que hicieron fue avanzar en el terreno de los contratos compartidos de exploración de los cuales sacaron ganancia.
A su regreso como gobierno, el PRI salinista hizo en un año lo que los panistas no pudieron hacer. Reformaron los artículos necesarios de la Constitución para privatizar la extracción del petróleo y gas bajo la promesa de modernizar Pemex, bajar los precios de la gasolina y la luz y hacer mejorías económicas a la población de menores recursos de todo el país que ya suman más de 51 millones de pobres.
Lo que los priistas y panistas hicieron fue seguir las reglas del Consenso de Washington de los años ochenta, que dictaron las pautas de la economía mundial mediante el establecimiento del neoliberalismo, la apertura de los mercados nacionales y la desaparición del Estado con funciones sociales para sustituirlo por un Estado regulador del mercado.
Casi un siglo después, hoy cobran vigencia las palabras de Robert Lansing, secretario de Estado norteamericano entre 1915-1920, que al término de la Revolución Mexicana dijo lo que el gobierno de Estados Unidos debería hacer con México y quitar la amenaza de un gobierno con perfil de responsabilidad social.
“México es un país extraordinario, fácil de dominar porque basta con controlar un sólo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia a un ciudadano americano ya que esto llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita más tiempo: debemos abrir a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y el respeto al liderazgo de Estados Unidos. Con el tiempo esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes, finalmente se adueñarán de la presidencia; entonces, sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros.”
Fuente: Proceso
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