sábado, 24 de septiembre de 2011

Libertad de expresión, valor supremo

Callar: acta de defunción de la democracia
24 septiembre 2011 | Manuel Espino | Siempre!
La libertad de expresión ha ocupado el centro del debate nacional durante las últimas semanas. El caso de los llamados twitterroristas en Veracruz, el cese de Martí Batres como funcionario del Gobierno del Distrito Federal, el asesinato de dos periodistas en la ciudad de México, son ejemplos de una legítima y fundada preocupación social.
Desde las instituciones del Estado se han mostrado tendencias a restringir este derecho fundamental. Está la iniciativa del diputado federal priísta Arturo Zamora, quien propuso sancionar incluso con nueve años de cárcel a quien difame o injurie a un partido, una coalición, un candidato o un precandidato.

De igual manera, las diversas prohibiciones que ha impulsado el Instituto Federal Electoral son consideradas por muchos actores sociales y políticos como restricciones a la libertad de expresión.

Por motivos personales, pero también como ciudadano y como político, no puedo dejar de mencionar el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con el cual se me despojó de mi militancia panista; esta decisión rodeada de irregularidades y presiones políticas desde el más alto nivel sentó un precedente judicial que permitirá coartar la libertad de expresión de todos los militantes de partidos políticos.

Auge y caída de la libertad de expresión
Durante la transición democrática la libertad de expresión se consolidó como un valor supremo entre los ciudadanos y la gran mayoría de los gobernantes. Incluso acérrimos críticos de los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox reconocieron que ambos fueron respetuosos de esta prerrogativa suprema, así como del equilibrio entre los tres Poderes de la Unión.

No obstante, durante el corriente sexenio dicho valor se ha ido erosionando al grado que desde los más diversos frentes se le ataca y se le cuestiona.

Hoy contamos con una oferta de ideas e información sin precedente, gracias a la plural y vigorosa participación de millones de mexicanos en redes sociales, así como a la creación de numerosos medios de comunicación independientes. Pero también padecemos ataques incesantes desde el poder así como la compra de voluntades, que hace cada vez más evidente la gran cantidad de conciencias y plumas acalladas —con miel o con hiel— por los autoritarios.

Si hemos de rescatar el ejercicio de esta libertad que hace tan pocos años alcanzamos, será únicamente a través de la sociedad, pues ya ha quedado claro que desde diversos frentes del Estado se le ataca y se le limita.

Cada mensaje en Twitter, cada columna de opinión, cada periódico genuinamente autónomo, es una baza en favor de nuestra democracia y también una medida de nuestra fortaleza como ciudadanía.

Quienes contamos con una voz pública estamos obligados a elevarla para defender el derecho de todos —incluso de aquellos con quienes no estamos de acuerdo— a difundir sin cortapisas su pensamiento.

El día que callemos como sociedad firmaremos el acta de defunción de nuestra democracia, ya que ningún sentido tendrá ir a las urnas si antes no discutimos y dialogamos sobre el sentido de nuestro voto. Por ello, así sea desde una humilde participación en las redes sociales, todos tenemos algo que aportar a esta gran construcción comunitaria.