jueves, 4 de noviembre de 2010

Ciro Gómez Leyva, el gran inquisidor

Por Aquiles Córdova Morán  



Tlaxcala miércoles, 03 de noviembre de 2010

Con motivo de que los antorchistas decidieron instalar una protesta permanente en las inmediaciones de la Secretaría de Gobernación Federal para demandar algunas soluciones urgentes, Ciro Gómez Leyva, titular de conocido noticiario televisivo, de inmediato se lanzó con todo en su contra. La noche del 27 de octubre habló con el biólogo Jesús Tolentino Román Bojórquez, presidente municipal de Chimalhuacán, y a la noche siguiente, el mismo señor echó la aplanadora de reversa: “Cuando vemos cómo se movilizan ustedes- comienza la repetición-, la cantidad de gente que mueven, los camiones que traen, lo último que parecen son pobres, ¿eh? Y ya los conocemos de muchos años, ya no nos tragamos el cuento, presidente; vienen a desquiciar a la ciudad de México”. Ahora bien, se me antoja preguntar: ¿Quién le dijo, o de dónde saca el señor, que la capacidad de convocatoria de una organización, la que sea, y su solvencia económica para cubrir costos de transporte (que ciertamente siempre son altos), son prueba necesaria y suficiente para concluir que se trata de falsos indigentes cuyas demandas son artificiales? ¡Cómo se ve que Ciro Gómez no tiene ni la más remota idea de lo que es la lucha social contra lo cual, sin embargo, despotrica con el más absoluto desenfado! ¡Cómo se ve que, a fuerza de vivir de rodillas, como obsecuente servidor de intereses opuestos a los de las grandes mayorías, ha perdido totalmente, si alguna vez la tuvo, la capacidad de enjuiciar correctamente la situación del país y lo que las masas son capaces de hacer en su defensa, cuando están bien organizadas y honestamente dirigidas! ¡Cómo se trasluce en sus palabras, en fin, la confesión involuntaria de que él sería sencillamente incapaz de hacer siquiera la centésima parte de lo que logran hacer los antorchistas! De ahí su incomprensión y su odio.



Si Ciro Gómez se siente con tamaños para ser juez inapelable del mundo entero, que se quite la máscara de informador objetivo y que se vista el traje de gran inquisidor, de presidente o miembro distinguido de su propio Tribunal del Santo Oficio.

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